La educación es un proceso de aprendizaje, de reaprendizaje y de desaprendizaje. Por eso la construcción de conocimiento no es un proceso de acumulación de datos sino de interrelación de saberes, de encuentros y desencuentros de los conocimientos. En los procesos educativos tenemos muy instaurado en nuestra memoria el concepto de Poder y la idea de que el poder es siempre efectuado por una figura individual, un sujeto que ejerce una autoridad frente a otro que es un sujeto en sumisión o una comunidad. La figura del maestro frente a los alumnos ha sido por tradición una figura dictatorial y esta figura se repite en otras relaciones sociales, como la de los padres frente a los hijos, los gobernantes frente a los pueblos o los directores a los actores, en el caso del teatro.

El teatro es en esa medida como la educación, es un proceso de aprendizajes, desaprendizajes, encuentros y desencuentros en donde vemos el efectuar de ciertos roles, ya sean cooperativos o imperativos. Es decir, una comunidad entre iguales y también con ciertos sujetos que denotan jerarquías. Pero son estas jerarquías las causas de muchos desencuentros y fuente de polémica con respecto a todo sobre el teatro.

El teatro tiene muchas posibilidades de trabajarse según los acuerdos que tal comunidad estipulan en su proceso y por eso no hay una sola manera de hacer teatro, este ha evolucionado, se han creado roles de trabajo en la creación, invención y producción en dicho arte. Existen los métodos, la forma sistemática de construir teatro, tal como en los procesos de la educación hay escuelas que utilizan modelos pedagógicos tradicionales o conductistas, en donde la figura de autoridad rige los parámetros y este método se convierte en el conducto de creación de procesos, lo cuál puede ser muy efectivo y dar muy buenos resultados tanto en creación artística como en lo que respecta al suplir necesidades sociales.

Pero la polémica en cuanto a los desencuentros se da precisamente en que históricamente y en muchos contextos hay necesidades de romper con los status quo y surgen las urgencias de conllevar los procesos en donde la batuta la lleva otra figura, el colectivo. A propósito de la anarquía, lo cuál es un concepto mal interpretado que debe verse con lupa, sugiere como ideal social que las figuras de autoridad tradicionalmente acogidas sean reemplazadas por la voluntad de los colectivos y el trabajo comunitario lo cuál crea roles activos y un ejercicio político que incluso ha incidido en el teatro.

El teatro y la política han empujado incidiendo una sobre la otra, porque ambos suscitan necesidades sociales. Pero este escrito principalmente trata de crear una comparación entre el teatro y la educación, y no sobre el teatro y la política.

Este análisis consiste en comprender un aspecto de aquello que hemos escuchado mencionar tantas veces, lo cual llamamos creación colectiva, que no es un invento, ni un evangelio, es un descubrimiento que la naturaleza histórica y política del ser humano ha sugerido, lo ha implorado y clamado. En Colombia la necesidad de implementar esta forma de hacer teatro surgió porque en un punto de la línea del tiempo, este espacio que habitamos requería una forma de creación artística con mensaje pertinente, con un lenguaje propio del contexto, que sea comprendido, que sea fuente de construcción de conocimiento, y que sugiera una identidad local.